Uf, todavía mas detalles. ¿En que estará pensando?. Sea lo que sea, que haya pensado, no me gustará. No se cuantas horas llevaré en esta postura pero mis costillas ya echan chispas.
- Empezaré suave, te veo algo cansado.. - Dijo sonriendo
- Muchas gracias mi ama, como desee.
- Lo primero que te hace falta es tu máscara, y claro, no puede faltar una mordaza. Todo sea porque estés cómodo.. Tal cual necesitas.
- Si mi ama, como diga. - Dijo, poniéndose aún más blanco de lo que estaba.
Y ahora de nuevo la puñetera máscara, y la mordaza.
No podía ser de otro modo, el lote completo.
Y estoy por asegurar que será la máscara más cerrada de las que tiene. Estoy seguro, hoy no me va a dejar ni un segundo de descanso.
Perfecto, ya no puedo mover la mandibula.. ni tampoco ver nada; y esta mordaza me da nauseas. Lo dicho, peor imposible..
Aunque bueno, siempre existe la posibilidad de que las cosas empeoren, y seguro.. seguro.. que no tardaré en averiguarlo.
Al momento notó que sus manos tocaban la parte trasera de sus muslos, casi con delicadeza, pellizcando su piel con suavidad, y subiendo poco a poco la intensidad de los pellizcos..
Después le colocó varias pinzas a lo largo de sus muslos hasta llegar a sus rodillas, y fue pasando una cuerda por todos los ojales, hasta unirlas todas entre sí.
Ambas piernas fueron cubiertas de pinzas, tras lo cual trenzó una cuerda uniendo ambas piernas con fuerza.
De forma que mientras el potro le obligaba a tener las piernas lo más abiertas posible, las pinzas se las traccionaban con fuerza para obligarle a cerrarlas todo lo que pudiese.
Mientras tanto, las velas se habían prácticamente consumido. Levantó los restos de cera que cubrían su sonrojada piel. Y las sustituyó por otras, que colocó de nuevo sobre su espalda, teniendo cuidado de que quedasen bien fijadas.
Después le levantó la cabeza, cogiendo sus cabellos, se acercó a su oído, y le dijo:
- Voy a por Colas, tu no quieres beber. ¿Verdad?. - Dijo mientras soltaba su pelo y dejaba caer su cabeza.
Al rato volvió, posó una de las Colas, sobre su espalda, lejos de las velas, para que no se calentase; y cogió la primera de las ahujas.
La mordaza se encargó de sofocar sus gritos, mientras sus nalgas eran atravesadas, sin contemplaciones por varias ahujas.
Repentinamente le quitó la oprimente máscara y la mordaza.
- Estoy terminando, si te estás quieto pronto te dejaré descansar. ¿Has comprendido?.
- Si mi ama, como diga.
Pellizcó sus pezones, y supo lo que le esperaba, o ahujas o algo peor.
En efecto, se le acercó y le puso sendas pinzas en los pezones, las ajustó con fuerza, y les añadió sendos pesos.
- Ahora lo más sencillo, para tí. No te muevas, y puede que mañana te deje descansar.
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