- Mi ama, por favor. Me beberé cuanto guste, pero.. por favor, ¿me permitiría beber sin el embudo?.
- No, nada de eso, no puedo consentir que bebas sin comodidad. ¿Que te enseñaría si lo hiciese?.
- Tiene razón, gracias mi ama, tengo que aprender a comportarme como debo.
La botella estaba casi vacia, el la miró aliviado, creyendo que una vez terminada no tendría que beber nada más.
Pero se equivocaba..
- No te preocupes, aún hay otra botella para tí. ¿No creerías que después de haberte negado a beber, me iba a conformar tan solo con una botella, verdad?.
- Pero mi ama.. ya he bebido mucho. ¿Podría terminarme la botella más tarde o no beber más?. Por favor, mi ama.
- Se ve que hoy no recuerdas cual es tu lugar.
- Lo siento mucho, mi ama. No pretendía contrariarla, disculpeme, por favor.
- No te preocupes, no tengo el menor problema en recordatelo.
Cogió una cadenita y le ato los huevos a conciencia, adquirieron el clásico color morado palido; después colgó la cadenita de una polea y enganchó un peso.
- ¿Con mas ganas de seguir bebiendo?. - Dijo mientras le sonreía.
- Si, mi ama. Como desee.
- Pero antes, habrá que ponerte un poco mas cómodo.
- Como mi ama diga.
- Por supuesto. Te hacen falta unas pinzas.
Una a una, le fue colocando las pinzas, primero en el muslo derecho, hasta que ya no quedaba prácticamente un solo centimetro de su muslo sin pinzas. Y luego su muslo izquierdo corrió igual suerte.
Luego, cogió un fino hilo de nylon y unió cuidadosamente cada pinza, y en el extremo situó un peso, que traccionaba las pinzas, de forma que el menor movimiento brusco se las arrancaría una a una con fuerza.
- Mucho mejor, ahora si estás un poco cómodo, y si sabes lo que te conviene tratarás de moverte lo menos posible. - Dijo mientras exhibía una amplia sonrisa.
- Si mi ama, lo intentaré.
Tras no pocos esfuerzos logró terminarse las dos botellas.
- Ahora lo más sencillo, descansa un ratito, volveré pronto. - Dijo mientras le guiñaba un ojo, y se iba cerrando la puerta a su espalda.