Un poco de música..

miércoles, abril 14, 2010

LA CASONA - TEMBLANDO INQUIETO..



Devoró las galletas una tras otra casi sin detenerse siquiera a respirar.
Se bebió toda la leche de un solo trago.

Y se quedó mirando el paquete de galletas y el brick de leche que estaban sobre la mesa con ansias.
¿Y ahora que hago?. Le pregunto si puedo repetir o me aguanto el hambre y me callo, no sea que la próxima vez me vuelva a dar la bazofia esa que me sirvió la última vez en el suelo..
Difícil decisión.
Pero la verdad es que hace horas que no comía nada decente.

- Me alegra ver que tenías apetito, eso siempre está bien.
- Si mi ama, muchas gracias, el desayuno estaba muy bueno.
- Por supuesto que lo estaba. Pero va siendo hora de que te muevas un poco, aún no me divertí lo suficiente hoy.
- Si, mi ama, como diga.
- Vamos que no tengo todo el día, muevete.
- Si mi ama, como desee. - Dijo mientras se ponía en pie y esperaba órdenes.

Uf.. algo he hecho mal.. Esa mirada.. joder, tiene de nuevo esa mirada.
Pero.. ¿Que puedo haber hecho que le molestase?. Aún ni me ha dado tiempo a moverme. No tengo ni idea, pero.. algo me dice que no tardaré mucho en averiguarlo.

De pronto, se giró, cogió el látigo y le asestó un fuerte latigazo que le cruzó la espalda.
- Se ve que aún no has aprendido nada. Tendré que castigarte.
- Si, mi ama, como diga. ¿Sería mucha impertinencia si le preguntase que he hecho para tratar de no repetirlo?. Por favor, mi ama, por favor.
- No necesitas saber nada. Ponte sobre el potro y rápido. Tu estupidez nos hará perder unos minutos, pero los doy por bien empleados si con ello aprendes a comportarte.
- Si mi ama, ahora mismo lo hago. Perdone mi impertinencia de antes, trataré de no repetirla.

Mierda.. el puñetero potro.. odio el maldito potro. Mira que hay mil formas de las que podría castigarme. Pero no, el potro..
- Para ahorrar tiempo no te ataré, eso si, como hagas el menor movimiento pasarás la tarde más cómoda de todas cuantas has pasado aquí. ¿Lo has entendido?.
- Si, mi ama, no se preocupe no me moveré.

Cogió el látigo y empezó a azotarle la espalda con saña, tratando de acertar siempre sobre las mismas marcas.
A cada nuevo golpe le veía temblar y ponerse rígido intentando reprimir el impulso de moverse para proteger su maltrecha espalda, y ahogando un grito en su garganta.

Ahhh, espero que termine pronto..
Ahhhh no aguantaré mucho más sin chillar, y además está el esfuerzo de intentar no moverme, es mil veces peor que los tirones que dan las esposas, y como se clavan al moverme. Mierda..

De pronto se detuvo, estaba sudorosa y parecía cansada.
- Tienes suerte de que me haya dado sed, sino continuaría un buen rato. Ve a darte una ducha. ¡Rápido!, no quedrás ponerlo todo perdido, ¿verdad?.
- No, mi ama. Lo siento mucho, ama. Ahora mismo voy, gracias mi ama.

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